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lunes, 31 de enero de 2011

El águila y la rosa, Rosemary Altea.




El argumento: Hoy voy a escribir sobre un libro diferente a todos los que había comentado hasta ahora. Lo primero porque no es una novela, sino más bien una especie de autobiografía... aunque no del todo. Lo segundo porque es un libro que me recomendó un familiar y que no me hubiera llamado la atención aunque lo hubiera visto en una librería, pero me dijo que sí, que lo leyese, porque como leo rápido, podría tenerlo listo en unos pocos días y puede que me inspirase algo. Así es como ha llegado a mis manos el libro “El águila y la Rosa” de Rosemary Altea. En este primer libro de la autora, Rosemary nos explica su dura infancia, su vida llena de sinsabores hasta que aprende a aceptar, de una vez por todas que ella es diferente de los demás. Diferente de ellos porque tiene un don, no está loca como le decía su madre, ni tiene una maldición como había llegado a pensar, es médium y tiene que desarrollar ese don para poder convivir en paz consigo misma.
Mi opinión: Para comentar este libro sigo la misma pauta que estoy usando para el resto de libros que voy comentando: el argumento y mi opinión; aunque este libro tan diferente debería usar otros apartados, o no usar ninguno y escribir un texto reflexivo sobre lo que pienso acerca de lo que cuenta la autora sobre la vida después de la vida.
Lo primero es decir que en este tema no sé nunca muy bien qué pensar, no sé si existe algo tras el umbral de la muerte o no, particularmente me inclino por pensar que vivir toda una vida con sus alegrías y sinsabores para terminar con una muerte más o menos dolorosa o apacible y punto final.... no me resulta un trago agradable. Necesito creer que existe algo más allá, que la muerte no es más que un punto y seguido, el comienzo de otra etapa, de otra vida o más bien de otra existencia.
Leyendo las experiencias de Rosemary Altea he llegado a plantearme puntos de vista que antes nunca había pensado sobre la muerte, el sentido de la vida, el más allá, el infierno y el cielo y la comunicación entre vivos y muertos. Desde luego hay que decir que el don de Rosemary es muy impresionante y que leyendo este libro uno se conmueve y, como todos hemos perdido a algún que otro familiar, nos entra el gusanillo de querer, de pensar, ¿cómo estarán, querrán comunicarse con nosotros? Pero estos temas son muy delicados de tratar y hay mucho estafador y aprovechado que vive de la ilusión y las esperanzas de los demás. Sobre todo de los que están desesperados por establecer contacto con alguien a quién han perdido de forma trágica o prematuramente.
Pensándolo bien, yo no me atrevería a intentar contactar con mis seres queridos fallecidos, porque si se estableciera el contacto, tendría una parte positiva, la confirmación definitiva de la existencia de un “algo”, otra vida tras esta. Y por la parte negativa estaría, en mi caso particular, el miedo; soy tan miedosa que no sé si podría aceptar y procesar lo que mis seres fallecidos pudieran decirme. Así que por si acaso y para evitarme sufrimientos, prefiero vivir con la intriga que tener que enfrentarme al miedo.
Quisiera creer en las palabras de Rosemary y poder aceptar y asumir que lo que hay tras la muerte es tan bonito y liberador como ella nos cuenta en el libro. Nos habla de la sabiduría sobre el funcionamiento del universo que ha aprendido de su guía espiritual, el espíritu del chamán apache Águila Gris y cuando comparan el funcionamiento del universo con algo tan común como un trozo de queso. ¿Un trozo de queso? recuerdo que pensé. Sí, un trozo de queso... agujeros que se comunican entre sí, sin que parezcan tener una razón de ser aparentemente clara, pero que hacen que el queso madure y tenga su sabor y textura y por otro lado, yéndonos al plano espiritual, estaríamos comparando los agujeros, túneles y pasadizos del trozo de queso con un conjunto de dimensiones paralelas que pueden tocarse en ciertos puntos e interactuar entre sí. La autora nos cuenta que los muertos siguen viviendo, afirma categóricamente que vamos a otro lugar donde estamos en paz y hemos aceptado primero nuestras culpas, el dolor que hemos causado nos ha sido devuelto y así hemos aprendido a comprender el daño que hemos hecho a lo largo de nuestra vida. Desaparece la idea del infierno, del purgatorio y hasta casi la percepción que tenemos tan mítica del cielo en sí, todo es diferente, según Rosemary, tenemos que cruzar el umbral de la luz y pasar al otro lado, donde seguimos viviendo. Por suerte o por desgracia es una experiencia que más pronto o más tarde, a todos nos tocará vivir y experimentar, aunque luego no podremos volver para contársela a nadie.
También habla de los suicidas, aquellos que un día tomaron la decisión de abandonar la vida voluntariamente, que suelen quedarse aquí entre nosotros porque están tan confundidos que no pueden entender o aceptar qué les ha pasado y no vieron la luz en su momento por este mismo motivo, porque estaban confundidos. En mi opinión hay que soltarles, aceptar lo que hicieron y liberarles, dejarles marchar y no atraerles ni atarles a esta vida a la que ya no pertenecen haciéndonos preguntas que ellos ya no pueden responder y lo que necesitan, lo único que precisan es que les demos paz. Como mucho que les ayudemos a encontrar el lugar al que ahora pertenecen.
Los párrafos que dedica a reflexionar sobre el dolor que experimentan los padres que sobreviven a sus hijos es por una parte conmovedor, y por otra crítico. Entiendo que un padre o madre, como tal, sean incapaces de aceptar que alguien que ha salido de su cuerpo, a quién han dado la vida y acompañado desde su nacimiento pueda morir, pero la autora nos dice que cada uno tiene que aceptar la vida como nos viene y que Dios no nos manda nada que realmente no podamos soportar. Cuesta creer, en los momentos más difíciles, que exista un Dios que crea que “merecemos” asistir al doloroso trance de la muerte de nuestros hijos, pero así es; desgraciadamente esto sucede en todas partes, los hijos sea por muerte natural, enfermedades, accidentes o suicidios, muchas veces no sobreviven a sus padres y estos padres tienen que vivir con ello. Rosemary les envía un mensaje reconfortante y consolador, estos hijos están vivos, en otra parte -otro plano, otra dimensión- pero son felices y nos aman desde allí.
La verdad es que es un libro que ha dado para un buen post, largo y lleno de temas interesantes de los que sacar alguna que otra discusión, esperemos que no demasiado agria, pero para mi es, en definitiva, un libro esperanzador, sobre todo para los que queremos creer que no acabaremos con la muerte. Seguiremos viviendo pues al fin y al cabo somos energía y la energía ni se crea, ni se destruye, se transforma una y otra vez, y así infinitamente.
La autora todavía no tiene perfil en Wikipedia, pero existe una pequeña biografía sobre ella en varias páginas de internet y tiene su propia página web; la versión en español, aquí.

sábado, 22 de enero de 2011

Heredarás la tierra, Jane Smiley.




El argumento: Larry Cook consiguió a lo largo de su vida reunir la mágica cifra de mil acres de tierra de su propiedad, aumentando poco a poco mediante compras la primitiva propiedad de sus abuelos. Un buen día decide dividir la propiedad en tres partes, una para cada una de sus hijas, Virginia -Ginny- la mayor; Rose, la mediana, que acaba de superar un cáncer de mama y Caroline, la menor y la única que no quiso quedarse en la granja a vivir; que se marchó a la ciudad para ejercer de abogada y alejarse de la vida rústica de su familia en Zebulon County. Pero todo no va a ser armonía, Caroline será la única hija que cuestione la decisión de su padre de dividir su enorme propiedad y el hecho de hacer esa única pregunta, causará que sea automáticamente desheredada. Cuando Larry se ve libre de las obligaciones de cuidar y cultivar la totalidad de sus tierras, pues de eso se encargan ahora sus yernos, los nuevos copropietarios, parece que comience a sufrir trastornos mentales. Las cosas raras de Larry no dejan de sorprender a Ginny y a Rose día tras día. Pero no va a quedar así la cosa, llegará el momento en que se arrepentirá del paso tomado y querrá revocar la cesión de los terrenos y volver a ser el único terrateniente y propietario de los 1000 acres.
Mi opinión: Debo decir que al principio no me ha gustado mucho esta novela. Me parecía que estábamos situándonos en otros tiempos, en otros años, en otra cultura... demasiado diferente de lo que me rodea para entenderla. Y mira que he leído cosas diferentes a lo largo de mi vida como lectora compulsiva y me he metido en “pellejos” de personajes diferentes entre sí, y lo más importante, diferentes ellos de mi misma.
Los personajes de las hermanas Cook y sus maridos están bien definidos, tienen unos caracteres tan diferentes entre sí que cuesta creer que sean de la misma familia, pero lo cierto es que en la vida real también se dan casos de familias dispares, en las que los miembros apenas tienen un mínimo parecido entre ellos. Por un lado tenemos a Ginny, la primogénita, que tiene una postura de sumisión ante la voluntad de su padre, el todopoderoso y que a todo el mundo pretende tener bajo su dogal, a sus órdenes, como suele decirse. Virginia está casada con Ty desde hace dieciséis años y no tienen hijos, ha sufrido varios abortos y aun no pierde la esperanza de llegar a ser madre, pero le oculta a su marido que, a veces, no usa métodos anticonceptivos. Rose, que acaba de superar el trance de un cáncer de mama y que está casada con Pete desde hace varios años también y tiene dos hijas Pammy y Linda, casi adolescentes, a las que mantiene internas en un colegio para que no vivan en el ambiente de la granja, tiene sus motivos que se descubrirán en el desarrollo de la historia. Además del trauma del cáncer, Rose tuvo que sufrir los malos tratos que le dio su marido durante varios años de su matrimonio, pero en el momento en que entramos en contacto con la familia, atraviesan un momento de bienestar. Caroline, que en el tiempo de comenzar la historia está comprometida, se casará en el transcurso de la misma, y cambiará de “camisa” en alguna que otra ocasión, haciendo uso de su formación en leyes, para luchar egoístamente por sus intereses en vez de situarse del lado de sus hermanas.
La autora ha sabido mantener el clima de la historia, descubriendo secretos que las propias protagonistas ya tenían olvidados, escondidos en su memoria bajo capas y capas de polvo y que nos enseñan que en todas partes hay misterios, que no existen familias armónicas, todas tienen sus más y sus menos, sobre todo cuando metemos de por medio el tema económico. El hecho de que el patriarca de la familia sea uno de los más importantes terratenientes del condado no ayuda a hacer más comprensibles sus actos, y sí que hace que la gente de los alrededores le tengan un respeto por el mérito de haber conseguido agrupar una cifra tan redonda como son mil acres, creyendo casi ciegamente en cualquier declaración que salga de su boca; siempre en detrimento de la credibilidad de sus hijas.
Cuando el viejo Larry Cook pierde totalmente la cabeza y arremete contra sus hijas, es cuando finalmente ellas se mostrarán tal y como son, sacando de lo más profundo de sí mismas la identidad que tanto tiempo han tenido sometida a la voluntad primero de su padre y luego de sus maridos. Y cuando por fin se quitan las máscaras y abren los ojos a sus verdaderas personalidades, se dan cuenta que ni soportan a su familia, ni a sus maridos, ni a ellas mismas, que ni siquiera se quieren como vienen pensando toda la vida... no existe entre ellas amor de hermanas, sino envidia; envidia una de la otra porque tiene la capacidad de ser madre que ella no ha podido tener y envidia la otra de la una porque ha podido elegir hacer cosas y no las hizo. Y entonces va Ginny y las hace... toma la decisión de debería haber tomado muchos años atrás y abandona todo, la granja, la familia, el marido... y comienza a ser ella misma.
Cuando años más tarde vuelve a tomar contacto con la familia es, primero con Ty porque él abandona ya las tierras de su suegro y quiere pedirle el divorcio y meses mar tarde con Rose, que se está muriendo de cáncer. Todo termina, las tierras están en bancarrota, se las quedará el banco y el trabajo de varias generaciones se perderá por sus desavenencias.
Como reflexión final, podemos añadir que las cosas que poco cuestan conseguir, poco se valoran. Tal vez las protagonistas “crean” -no pueden creer nada porque son personajes literarios, jeje- que hicieron lo suficiente con trabajar en las tierras y soportar al padre toda la vida, pero no fue suficiente, cuando tuvieron la oportunidad de trabajar unidas y sacar adelante la explotación porcina, fue cuando se dieron las diferencias. También se puede decir que está uno tan harto a lo largo de la vida de sentirse enjaulado en jaulas sin barrotes visibles como pueden ser ciertos ambientes familiares de los que no es fácil escapar, que cuando surge la oportunidad de huir, hay que agarrarse fuerte a ella y no mirar para atrás, por si se nos escapa y volvemos a quedar enjaulados.
Una novela dura, en la que se siente uno más o menos identificado en función de la familia que nos haya tocado en la vida, o de nuestras experiencias, en mi caso particular, que vivo en el campo y he tenido que trabajar a veces entre los surcos de los sembrados, alcanzo apenas a vislumbrar el poder de la tierra sobre las personas.
El perfil de la autora en Wikipedia, aquí.
Fue llevada al cine en 1997, por Jocelyn Moorhouse en una cinta en la que participaron, entre otros, Michelle Pfeiffer y Jessica Lange. Me la apunto para echarle un vistazo.

domingo, 9 de enero de 2011

Sé lo que estás pensando, John Verdon.



El argumento: Cuando David Gurney, policía de homicidios retirado tras 25 años de brillante trabajo, recibe una llamada de un antiguo compañero de la universidad, no sabe la que se le viene encima. Mark Mellery ha recibido una misteriosa carta, una carta llena de curiosidades y en la que se le insta a pensar en un número, tras seguir las instrucciones de la carta y abrir un pequeño sobre que la acompañaba, descubre que el autor de la misiva ha escrito justo el número en el que él ha pensado... ¿cómo ha podido hacerlo? El terror y la angustia que le ocasiona sentirse observado le hace acudir a su viejo compañero Gurney en busca de ayuda. Pero el caso de Mellery resultará ser sólo la punta del iceberg y el principio de la trama de la novela que nos ocupa hoy.
Mi opinión: Pese a ser un autor al que desconocía hasta el momento, me ha gustado la novela. Criticaría el estilo narrativo en algunos puntos, por ejemplo en que al protagonista se le está llamando todo el rato por el apellido, como si fuera la propia jerga de la policía; tal vez sea un detalle intencionado, pero no deja de resultarme chocante.
Me gustan los giros que el autor ha usado para colocar nuevos personajes, nuevas situaciones y para “alimentar” la trama de la novela, pero hay un personaje que resulta raro, cuanto menos, hablo de la esposa de Gurney, Madeleine, que pasa por ser un personaje más o menos secundario en la novela, pero que cuando planta cara y aparece en escena para hablar y no sólo para ser una sombra que camina por los fondos de los paisajes en los que Gurney piensa o habita, cuando realmente el autor le ha dado voz a Madeleine, descubrimos que es un personaje más que inteligente, que puede y de hecho deja a su marido como un hombre de inteligencia limitada.
El final, bueno... ¿qué decir del final? Está bien hilado, hay una sorpresita y caen algunas máscaras, pero lo encuentro típico y poco trabajado. Y puede que incluso deje un par de hilos sueltos, que no me suele gustar que terminen así las historias, pero cada quién es cada cual y este es el final que el autor escogió.
El autor todavía no tiene perfil en Wikipedia, pero actualizaré cuando alguien se lo escriba. Esta es su primera novela y ha tenido unas buenas críticas y una buena venta. Seguiré sus huellas y estaré pendiente de lo próximo que escriba.